Falta poco para que terminen las clases y, con el cansancio de todo el año acumulado, tanto chicos como padres esperan el fin del ciclo lectivo. Pero si aún quedan materias o contenidos por rendir, hay que aprovechar el último empujoncito.
Hoy en día, en un contexto distinto al de generaciones anteriores, llevarse materias muchas veces no indica una dificultad intelectual sino que puede responder a distintas razones más vinculadas con la edad. Si, por ejemplo, para los adultos es sumamente importante el tema del estudio, en medio de la rebeldía de la adolescencia ellos pueden elegir este recurso para demostrar su desacuerdo.
Sea cual sea la razón, en esta instancia de exámenes lo ideal es tener claras algunas posturas útiles para acompañar a los chicos, sin complicar aún más la tarea:
- Evitar incentivarlos en función de un “premio o castigo”. Es muy habitual que los padres propongan una recompensa si el chico aprueba o planteen una reprimenda en caso contrario, creyendo que de esta manera lo incentivan a rendir mejor. Estudiar forma parte de un derecho, pero también de una obligación, y así deben comprenderlo los chicos.
- No culpabilizarlos. Hoy en día, llevarse materias ya no es una “mancha” en la historia escolar de los chicos como se lo vivía en generaciones anteriores. El sistema de evaluación y estudio ha cambiado y, en este contexto, los padres deben tratar de no sobredimensionar el hecho de que el chico se haya llevado materias y de acompañarlo en esta instancia sin reclamos ni reproches, que no hacen más que complicar la situación.
- Alcanzar un equilibrio: ni muy encima de ellos, ni totalmente despreocupados. Si los chicos no llegaron al objetivo es porque no pudieron, y reprochárselo constantemente o enojarse no hace más que dificultar las cosas. Ahora es importante que sepamos en qué andan, preguntarles de qué se trata la materia que tienen que dar y tratar de ver dónde está la dificultad. Porque esto establece un diálogo con ellos, no desde un lugar de enojo o reclamo, sino desde un lugar de sana preocupación. Poder ver si es que no entienden, si no les han explicado bien, si en realidad les cuesta concentrarse, etc. Porque muchas veces los chicos le escapan a cosas que no entienden. En base a esto se puede elegir el apoyo indicado para su situación.
- Fomentar la autonomía. Es importante que los chicos puedan estudiar solos, que encuentren un ritual, un método de estudio propio. Desde nuestro lugar podemos, por ejemplo, ayudarlos marcando un ritmo y tiempo de estudio para que no se dispersen. Ellos pueden elegir el momento del día (no olvidemos que a esta edad son noctámbulos), pero cumpliendo el tiempo estipulado.
- Buscar ayuda externa. Si vemos que les cuesta estudiar solos, lo ideal no es sentarse con ellos sino todo lo contrario. Los padres solemos tener una manera muy distinta de estudiar y ciertas expectativas en relación a nuestros hijos que pueden jugarnos en contra en estos casos. Los chicos suelen rebelarse contra esto y responder mal generando una situación conflictiva que no colabora. Lo mejor es, entonces, buscar ayuda externa. Si es posible, un profesor particular, y si no, algún familiar o conocido que los ayude a estudiar. En este sentido, no hay que olvidarse de que la escuela es una fuente de orientación. Hablar con los profesores y directivos y ver qué herramientas de apoyatura ofrecen para esta etapa es fundamental.
- Organizarse para que la familia no pierda sus vacaciones. Los exámenes no tienen que ser un castigo para toda la familia, hay que organizarse de forma tal que no se pierdan las vacaciones, pero que el chico pueda rendir. Y si esto significa llevarse las carpetas a la playa o a la montaña, que así sea. Tal vez, luego de un verano estudiando, se de cuenta solo de que llevarse materias implica perderse las vacaciones y evite que le vuelva a suceder.
Asesoró: Lic. María Cristina Castillo, psicoanalista, docente y supervisora de Pareja y Familia en la Institución Fernando Ulloa