Risas, lágrimas, amor y desamor, abrazos y contención. Una amiga es la primera que presta el oído, a la que se le puede contar todo, con quien se comparten las cosas más íntimas y se logra una identificación cuando nadie más nos entiende. Pero esto no es así durante todas las etapas de la vida, y a veces ese cambio puede resultar muy doloroso.
La amistad en cada etapa de la vida
A partir de los 6 meses los bebés comienzan a interesarse por otros bebés, y es ahí cuando empiezan a producirse interacciones entre ellos. Durante la primera infancia, la amistad se trata de compartir puntos de interés – como jugar juntos – y de ir aprendiendo a interactuar con otros.
Más adelante, llegada la infancia, la amistad adquiere otra importancia, convirtiéndose en una relación prioritaria entre iguales, una forma de compartir con alguien con quien verdaderamente existen muchas características más en común que con otras personas – nivel de desarrollo, intereses, influencia social generacional, entre otras -. En esta etapa los juegos cobran una importancia muy especial, compartiendo gustos y el mundo imaginario de cada uno.
Poco a poco esta relación va profundizándose, compartiendo cada vez más cosas sobre uno mismo y cada vez menos – en proporción – sobre eventos externos. Así llega la adolescencia, una etapa en la que la amistad cobra un papel fundamental. El adolescente se siente raro, diferente a todos, y es un momento clave en el que sólo puede llegar a sentirse comprendido por sus amigos, sus “iguales”.
En esta etapa las amistades se hacen más selectivas: un amigo debe tener determinadas características que se compartan y que resulten atractivas para el otro. Tiene que ser leal, fiel, confidente… este aspecto es el más importante, ya que el amigo será aquel a quién se le pueda contar todo, sin filtros. En este momento evolutivo será la persona más cercana a nivel emocional, aquella en quien realmente se confía y por la que se pueden llegar a hacer cosas que no se harían por nadie más. Ser aceptado en un grupo es clave en esta etapa, pudiendo llevar al adolescente a hacer cosas que no haría ni por sí mismo. Y el rechazo o la traición pueden llevar a un duelo del cual es muy difícil recuperarse.
La amistad sufre un profundo cambio llegada la vida adulta y durante la vejez, donde los amigos pasan de ser el apoyo principal a ser un apoyo más, dejando un espacio mayor a otras relaciones, como la pareja o la familia, que pasan a ocupar papeles prioritarios en esta etapa. Los amigos pasan a ser una compañía desde una cierta distancia, aquellos a quienes se les puede contar cosas y que también compartirán sus cosas – pero generalmente no todo -, se alegran con las alegrías y se apenan por las tristezas, aquellos por quienes uno se siente apoyado y en quienes se buscan opiniones por ser las personas más afines a uno.
De la adolescencia a la adultez
El cambio más brusco en la amistad se da de la adolescencia – cuando los amigos tienen un papel principal – a la adultez – cuando cobran un papel secundario –. Esto ocurre porque en este momento de la vida no sólo debe madurar la relación, sino cada individuo en particular. Al ser los humanos animales de costumbre, uno tiende a compartir ciertas cosas en especial con un amigo. Cuando uno siente la necesidad de compartir otro tipo de cosas, a veces no va en búsqueda de ese amigo al que asocia otro tipo de charlas y vivencias. Esto se debe a que uno se relaciona de acuerdo al patrón aprendido de relación con esa persona determinada.
Por ejemplo, si con un amigo solían compartirse risas y aventuras durante la adolescencia, es probable que al querer entablar una conversación más profunda no se recurra a esa persona. Y en caso de hacerlo, es factible que espontáneamente surja relacionarse de la misma manera (a través de las risas y las bromas), por lo que ésta situación generará un conflicto personal – por comportarse uno de una manera en la que ya no se siente cómodo – y transferirá esa incomodidad o malestar a la otra persona y a la relación en general.
La amistad y la salud
Tener y valorar a los amigos influye notablemente en el nivel de felicidad y estabilidad vital y esto tiene claras influencias sobre la salud, disminuyendo el estrés y generando beneficios tanto físicos como psíquicos en el organismo.
Claves para mantener una amistad
En primer lugar, es importante la voluntad real de mantener esa relación por ambas partes. El respeto, la tolerancia, la escucha y la sinceridad son las claves para mantener un vínculo sano. Cada amistad tiene un nivel de exigencia diferente y, por tanto, requiere de un cuidado distinto.
El vínculo funciona a través de las expectativas, los valores, los deseos y los hechos en que se fundamente, construya y mantenga esa amistad. Por esto, los vínculos más estrechos se crearán con confidencias más íntimas, mientras que los más laxos generarán relaciones más superficiales. Otro factor que influye es la frecuencia de los encuentros así como la intensidad de las emociones compartidas.
Asesoró: Anaïs Cerrillo, psicóloga