Un pijama party es, básicamente, una reunión de amigas que se encuentran a la noche para compartir charlas, música, juegos, películas y tal vez hasta una sesión de belleza. Cargadas de bolsas de dormir, cepillos de dientes y pijamas –o camisones- las chicas se adueñan de la casa para pasar un rato divertido.
¿Cuál es el lugar de los padres entre tantas almohadas y pantuflas?
En primer lugar, los padres son los que dan el permiso para organizar la reunión y, como adultos y dueños de casa, tienen derecho a poner ciertas reglas. Estas normas variarán según el estilo de cada familia y pueden ir desde la libertad total hasta el hecho de no permitir ese tipo de festejo porque no se considera adecuado para la edad, porque no están dispuestos a poner la casa o porque están agotados por el trabajo de la semana y no se sienten capaces de cuidar y acompañar una reunión que dure hasta altas horas de la madrugada o, incluso, toda la noche. Si los padres no están de acuerdo con un pijama party, a la opción de invitar 10 chicas a “no dormir” se puede contraofertar: invitar a dos amigas y se apaga a luz a las 12, por ejemplo.
Otras normas intermedias que se pueden plantear:
- Un número determinado de invitadas
- El lugar donde comerán la cena: por ejemplo, no en la cama, sino en el comedor
- El horario para apagar la luz, aclarando que la idea no es pasar la noche entera en vela.
- El tipo de actividades a realizar
- Si se permitirá o no la típica “guerra de almohadas”
- El horario para levantarse, desayunar y para que pasen a buscar a las invitadas
- Etc.
En el caso de que la joven anfitriona no esté de acuerdo con alguna de las reglas -por ejemplo, con la imposición de apagar la luz a una hora predeterminada-, lo mejor es explicarle que el permiso para hacer la reunión está, pero con las reglas de la casa, y que si no le convencen es mejor para todos pensar en un festejo alternativo.
Ningún chico “se trauma” por tener que aceptar reglas o por no hacer pijamas parties aunque los demás los hagan. Es más, forma parte de la educación que les brindan los padres el enseñarles a respetar límites.
Para que todo salga bien, es importante sentarse a conversar, planificar y enviar las invitaciones con los detalles de la fiesta para que las invitadas estén al tanto de cuáles serán las características de éste pijama party en particular. Qué juegos podrán hacer, cuál será el menú de la cena y del desayuno, hasta qué hora pueden quedarse despiertas, son todas cuestiones que deben quedar claras de antemano.
Tener los teléfonos de la casa de todas las invitadas y conversar antes con sus familias acerca de sus gustos y necesidades a la hora de comer y dormir es fundamental –sobre todo en el caso de las más chiquitas- para poder anticipar y enfrentar cualquier contratiempo.
Cuando hayan llegado todas las invitadas se las puede reunir, darles la bienvenida con algún regalito -como un antifaz de dormir-, contarles todo lo que se preparó para que compartan, y recordar las reglas de la casa poniendo el acento en que estas normas permitirán que todos pasen un buen momento.
En el “durante”, la presencia de los adultos es importante. No es necesario estar metidos en la habitación ni participar de las actividades –es más, ellas no lo permitirían!- pero sí estar “dando vueltas” y atentos. En el caso de que alguna de las invitadas no cumpla con las reglas, promueva la guerra de almohadas que expresamente se indicó que no se hiciera o no deje dormir a las demás a la hora establecida para apagar la luz, se la puede llamar aparte, recordarle de muy buena manera las reglas que se plantearon al comienzo de la reunión y se le pueden ofrecer alternativas: otro juego si está aburrida y por eso quiere hacer la guerra de almohadas o quedarse un ratito levantada en otra parte de la casa si todavía no tiene sueño
si el problema es que no deja dormir a las demás. No hay que tener miedo de intervenir con casos puntuales o con el grupo completo si algo no está transcurriendo dentro de lo previsto: con dulzura pero con firmeza, aún los chicos poco acostumbrados a los límites reconocen y responden a un adulto firme y amoroso.
La idea es que este tipo de reuniones sean divertidas para los chicos y que no se transformen en una “tortura” para los adultos.